Páginas

miércoles, 8 de enero de 2014

'Cómo triunfar en publicidad': A caballo entre lo absurdo y la crítica al sistema

La publicidad es un mundo sin escrúpulos. Un reflejo de lo que representa el capitalismo más feroz. O al menos esa es la perspectiva general que se tiene de ella. La meta de cualquier buen publicista que se precie es vender el producto sin importar por un instante los métodos utilizados y si éste es bueno o no. En definitiva, poner en práctica la célebre cita atribuida a Maquiavelo: "El fin justifica los medios".

Sin embargo, los riesgos que se corren son muy altos. Entre ellos, el de caer en los brazos de la paranoia y sucumbir al sistema. Esto último es lo que le ocurre a Dennis Dimbleby Bagley, un joven y ambicioso publicista londinense al que da vida, de manera eficaz, Richard E. Grant en Cómo triunfar en publicidad, de Bruce Robinson (Diarios del ron). Además de contar con la breve aparición de un inédito Sean Been -Boromir en El Señor de los Anillos-.
A medida que crece la crisis creativa, aumenta la paranoia de Bagley.

El cineasta británico aprovechó el éxito de su magnífica opera prima Withnail y yo -antes ya había escrito una joya del séptimo arte como Los Gritos del Silencio-, donde repetía con Grant, para construir, con menos acierto que su predecesora, otra comedia a caballo entre la parodia y la crítica social.

Robinson utiliza como pretexto para hablar de la eterna lucha entre el bien y el mal y las consecuencias que provoca en las sociedades modernas el capitalismo salvaje a través de la publicidad, la angustia y el cambio de personalidad que sufre el protagonista de la historia al intentar vender un producto. En concreto, una crema anti-granos.

Un bigote para diferenciar el bien y el mal.
Incapaz de encontrar un eslogan, Bagley sucumbe ante el stress de una crisis creativa y la presión de los jefes, lo que le provoca una erupción cutánea que cobra vida propia hasta semejarse a apariencia física. El grano utiliza las debilidades de nuestro protagonista, acuciado por sus miedos, y se apodera completamente de su cuerpo, el cual se diferencia del original por un terrorífico bigote que cubre el labio superior.

A partir de entonces, el "nuevo" Bagley resurge como la encarnación del capitalista moderno. Una persona sin escrúpulos, competitivo e implacable. En definitiva, los ingredientes necesarios para triunfar en un mundo dominado por la publicidad. Se  produce, pues, un cambio de tornas. Donde antes había pánico e inseguridad, ahora hay aplomo y ambición. Solo existe una meta y esa no es otra que la de vender a toda costa. Así, la siniestra pústula convertida en Bagley impone la moda del grano como reclamo para vender la crema que lo elimine.

En este punto, el director británico descubre el verdadero objetivo del filme y recurre al absurdo para denunciar la dictadura de las grandes corporaciones que van imponiendo, a través de la publicidad, distintos estilos de vida. Un tema que más tarde pondría de manifiesto, con más acierto, David Fincher en El Club de la Lucha.

Richard E. Grant, más histriónico que nunca.
Y a decir verdad es un hecho. Acaso no es cierto que, con nuestra tácita condescendencia, estas empresas han creado una realidad tergiversada para inculcar la cultura del consumo. Falsas necesidades y un deseo por poseerlo todo se ha instalado en unas vidas en apariencia libres. Lo que el pobre Bagley denominaba, antes de ser arrasado por el sistema personificado en el grano, "la guerra de la hamburguesa".

Robinson lleva a cabo una apuesta sin duda arriesgada para criticar al sistema y por añadido, la pasividad de la sociedad ante este bombardeo masivo de publicidad. El histrionismo de Richard E. Grant ayuda a crear ese personaje ambivalente que sucumbe al imparable capitalista moderno y arrollador. Él, junto al trasfondo del argumento, son las principales bazas de esta comedia disparatada que peca de excesos.

Entre ellos, la exagerada evocación al surrealismo y la incoherencia como recurso para transmitir la idea principal. Lo que al comienzo parece innovador, al tiempo se convierte en repetitivo, culminando con un soliloquio final apocalíptico que deja un regusto amargo pese al dulce inicio.

Una premonición de lo que posteriormente sería la vida artística de este cineasta, poco prolífico en la filmación de películas -cuatro en total- a raíz del éxito cosechado en Withnail y yo. Sin ir más lejos, su último trabajo hasta la fecha, Diarios del ron, pasó totalmente desapercibido tanto para público como crítica, lo que pone de manifiesto que Robinson no siguió los consejos necesarios para convertirse en un triunfador.


Ficha Técnica


Título original: How to Get Ahead in Advertising

Género: Comedia / Fantástico

Año: 1989

Duración: 94 min.

País: Reino Unido 

Director: Bruce Robinson

Guión: Bruce Robinson

Música: David Dundas, Rick Wentworth

Fotografía: Peter Hannan

Reparto: Richard E. Grant, Rachel Ward, Richard Wilson, Jacqueline Tong, Sean Bean

Puntuación: 6,5/10

No hay comentarios:

Publicar un comentario