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miércoles, 11 de noviembre de 2020

'El año que dejamos de jugar': Una infancia robada por el fanatismo Nacionalsocialista

En el año 1933, el mundo se fue definitivamente al garete. Se había ido mucho antes, con el cierre en falso de la Primera Guerra Mundial, el ascenso del comunismo en Rusia y el crack de la bolsa en 1929. La llegada de Adolf Hitler al poder en Alemania, en 1933, fue la guinda a ese cúmulo de desgracias, que encadenó el planeta en apenas una década. 

La vida de toda persona contraria al Partido Nacionalsocialista Obrero Alemán lo tuvo difícil, voló por los aire aquel año. Y aún peor si eran judíos, de clase media alta y pertenecientes a alguno de los sectores de la cultura, enemigos acérrimos de los nazis. 

Fue el caso de muchas familias, obligadas al exilio, si no querían perecer bajo el yugo Nacionalsocialista. Y en concreto una: los Keer, cuya miembro más pequeña, Judith, escribió años más tarde tales desgracias, en un libro muy amado por los alemanes: Cuando Hitler robó el conejo rosa.

Ahora ha llegado su adaptación a los cines, bajo el título El año que dejamos de jugar, una película notable dirigida por la directora Caroline Link, y que cuenta la historia de Anna Kemper (alter ego de Judith), una niña de 9 años que, junto a su hermano y sus padres, se ve obligada a abandonar Berlín tras la victoria de Hitler. 

La familia Kemper deja tras de sí una vida acomodada, ganada a pulso por el talento intelectual de Arthur, periodista y crítico teatral, y Dorothea, pianista y compositora. De esa posición privilegiada a refugiados en pleno corazón de Europa, forzados a comenzar de nuevo una y otra vez, en un periplo desolador, que parece no tener fin. Y todo por el fanatismo de unas ideas, que envenenaron a la humanidad no hace tanto tiempo.

Peor aún, enmascaradas están regresando y el filme alemán deja algunas pinceladas sobre esto. Por ejemplo: ¿desde cuándo tu vecino se convirtió en policía, con sus miradas inquisitivas? Ahí es donde la dictadura comienza a abrir brecha en las sociedades democráticas. La política no es un juego y cuando algún iluminado la entiende así, le importa un comino enfrentar a hermanos y separar a amigos.  

La sinrazón a través de los ojos de una niña

El año que dejamos de jugar es el testimonio de una generación a la que le robaron su infancia. Es verdad que muchos perdieron algo cuando Hitler se hizo con el poder en Alemania. Ahí están los libros de historia. Pero a menudo estos se olvidan de los niños y niñas, obligados a ser adultos de la noche a la mañana. La época de la vida más inocente, hurtada por el odio degenerado de un puñado de bestias.

Es ahí donde radica el fuerte de esta película. Cierto es, que se trata de la adaptación de una autobiografía, con lo que el camino hacia el éxito está labrado casi en su totalidad. Es difícil errar, cuando la historia per se tiene todos los alicientes para triunfar.

Si acaso su hándicap está en pertenecer a una temática, que tan bueno títulos ha dado al séptimo arte, pero que parece trillada. Puede dar la sensación al espectador de estar ante "una más del horror nazi". Y nada más lejos de la realidad. La obra de Link tiene su propia idiosincrasia y los mimbres suficientes para atraparte. Es más necesaria que nunca, en estos tiempos convulsos que estamos atravesando otra vez. Sirve para recordar de dónde venimos y hacia donde nos estamos aproximado nuevamente, de forma muy peligrosa. Si olvidas tus raíces, atente a la esclavitud.

Y es que mostrar tanto dolor a través de Riva Krymalowski, la joven protagonista de esta película, marca la diferencia. Está perfecta, como esa pequeña que no sabe qué está ocurriendo y por qué su vida se ha ido por el sumidero de la sinrazón. De hecho protagoniza uno de los momentos más duros que recuerdo presenciar en la gran pantalla, con Justus von Dohnanyi, su tío en la ficción. Mentiría si dijera que contuve la lágrima en esta escena. A lo que contribuye una poderosa banda sonora.

Sus experiencias de acostumbrarse a nuevos idiomas, nuevos amigos, nuevas costumbres y nuevos hogares van marcando todo el desarrollo de la película. Junto a su hermano, algo más consciente de la situación. Siempre es difícil lidiar con los niños delante de la cámara. Pero la directora sale airosa del envite. Ellos también, pues parece que nacieron para esto.

Sin embargo, admito que Link apura el vaso de la amargura en muchas escenas, y dado que este 2020 está plagado de este tipo de sinsabores, cuesta digerirlo. Quiero decir, que se pone reiterativa por momentos, aunque por fortuna no llega a caer en el sentimentalismo regalado. Logra levantarse en cada traspiés por el talento de un reparto, que encabeza la joven Riva.

Vivir a toda costa 

Afortunadamente ella no está sola. Viene muy bien acompañada por un elenco donde destaca Oliver Masucci, al que reconoceréis sin duda por la serie Dark, y que casualmente dio vida a Adolf Hitler, en la sátira Ha vuelto. Masucci encarna al periodista y crítico teatral, que en Berlín gozaba de fama por la calidad de sus obras. Una popularidad arrasada por los nazis.

En sus facciones se dibuja la carga de evitar que la familia se rompa en pedazos y caiga en la pobreza más absoluta. La película, como el libro, no solo es el relato de una época oscura de la humanidad, sino el homenaje a esos padres, que se dejaron la vida por sus hijos, para que tuvieran un futuro al que agarrarse.

Pues Massuci soporta ese peso junto a una gran Carla Juri. Dos artistas caídos en desgracia, a los que Caroline Link trata con mimo. Despojada igualmente de su pasión, hay algo que los nacionalsocialistas no pueden robar, y eso son las ganas de vivir a toda costa; de sobreponerse a todos los golpes; de caer y levantarse. Un orgullo que llevan con dignidad e inculcan a sus hijos.

Por eso Als Hitler das rosa Kaninchen stahl (su título original) va evolucionando del dolor a la sanación. Cuesta creer, en un periodo de la historia tan brutal como abordamos hace poco en Competencia desleal, pero la aceptación y la comprensión de la situación les acaba llegando a sus personajes. Una metáfora para nosotros, los del siglo XXI, que pensamos que se nos acaba el mundo. Y es que por muy jodida que esté la cosa, el sol seguirá saliendo. También en el cine y esas salas que ahora nos necesitan. El trabajo de Link es la excusa perfecta para seguir yendo o, en otros casos, reencontrarse con la butaca. 



Ficha Técnica

Título original: Als Hitler das rosa Kaninchen stahl 

Año: 2019

Duración: 119 min.

Género: Drama / Infancia / Hechos Reales

País: Alemania  Alemania

Dirección: Caroline Link

Guion: Anna Brüggemann, Caroline Link (Novela: Judith Kerr)

Música: Volker Bertelmann

Fotografía: Bella Halben

Reparto: Riva Krymalowski, Oliver Masucci, Carla Juri, Justus von Dohnanyi, Marinus Hohmann, Ursula Werner, Rahel Hubacher, Peter Bantli, Hannah Kampichler, Anne Bennent, Luisa-Céline Gaffron, André Szymanski, Anne Schäfer, Benjamin Sadler, Michele Cuciuffo, Raban Bieling, Ingo Ospelt, Hans-Caspar Gattiker, Andreas Matti, Katharina Schlothauer, Nils Wolf

Puntuación: 8/10

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