martes, 30 de abril de 2019

'La fortuna de vivir': La felicidad de ser libre; la libertad de ser feliz

"Ya está aquí el mes de mayo. No hay otro mes como el de mayo", cantan el primero de mayo Riton y Garris, dando la bienvenida al mes donde la primavera está en su máximo apogeo. Con todo lo que eso conlleva para el espíritu y las emociones que desbordan a estas dos humildes personas, que tienen 'La fortuna de vivir' en las marismas, a orillas del río Loira.

Y La fortuna de vivir es el título además de la película de Jean Becker. Una obra vital y humana. Un trabajo que te enseña la felicidad de ser libre y la libertad de ser feliz. Dos atributos elevados a la máxima potencia en el trabajo del galo, que se construye gracias a personajes deliciosos, llenos de bondad y una humanidad descomunal.


A priori podría parecer que ese buenísimo ralla lo empalagoso. Pero no. Nada más lejos de la realidad. La fortuna de vivir es la felicidad plena encontrada en los pequeños detalles. La felicidad a través de la libertad de ser quien eres o de elegir ser quien eres. De vivir plenamente y en armonía. Lejos de lo material, de lo artificial. En plena naturaleza. Jean Becker regala algo puro, como esos paisajes bucólicos franceses. Una obra, en definitiva, que dibuja una sonrisa y te pone en la garganta un nudo de emoción que no se escapa hasta el final.

Pero volvamos al principio. A Riton y Garris. A Jacques Villeret (La cena de los idiotas) y Jacques Gamblin (El primer día del resto de tu vida), dos actores perfectos en todo el largometraje y en dos papeles distintos pero con una chispa brutal, ya sea cantando, recogiendo caracoles o muguetes.

André Dussollier, Jacques Gamblin, Giseéle Casadesus y Michel Serrault.

Riton es como un niño grande y aficionado al vino. Al buen vino, sobre todo. Mezcla su lado cómico con una parte dramática que Jacques Villeret sabe como conjugar. Y junto a él está Garris, la cordura en este dúo. Es un hombre melancólico por los recuerdos de la Primera Guerra Mundial, siempre presente en toda la región. Esa aflicción, en cambio, no afecta a su forma de vivir en un pantano donde solamente cabe añorar una cosa: el amor femenino.

El peso de unos buenos secundarios

La pareja protagonista compuesta por Villeret y Garris es, pues, una delicia. Pero su trabajo no sería completo sin la aportación de unos secundarios igual de excelentes. Empezando por André Dussollier, como Amédée. Bohemio y soñador, devorador de los clásicos literarios y el jazz, que pese a pertenecer a esa clase media de la Francia de los 30, abraza la amistad de Riton y Garris.

La pequeña Cri Cri, con Pierrot y el 'abuelo Ranita'

Como el abuelo 'ranita, al que da vida Michel Serrault. Criado en el pantano, como los dos protagonistas, el 'ranita' se convirtió en millonario y abandonó aquello que le hacía feliz: pescar las ranas de las marismas. Sin embargo volverá a sus orígenes junto a Riton, Garris y Amédée, confeccionado un cuarteto maravilloso.

Marie (Isabelle Carré), la pequeña Cri Cri -que ya en edad avanzada, con la voz de Suzanne Flon, es la narradora de toda esta historia-, Elisabeth Commelin o Giseéle Casadesus son la necesaria presencia femenina en la película de Jean Becker. Una obra donde no podía faltar el conflicto, claro, que lo pone Eric Cantona como el boxeador Jos Ardi, que sufre en su piel las peripecias de Riton.

El tesoro de la amistad 

La felicidad y el canto a la vida que propone La fortuna de vivir se fundamenta en el peso de la amistad que forjan, en mayor o menor medida, todo el reparto. Dicen que quien tiene un amigo tiene un tesoro, y eso en la cinta de Jean Becker se evidencia desde la primera secuencia.

Los protagonistas, de distintas clases, forjan su poderosa amistad en torno al pantano a orillas del Loira. 

La amistad que propone Becker se asienta en la honestidad de los personajes que habitan dentro y fuera del pantano. Da igual la condición social de cada uno de ellos. La pureza de los protagonistas es básica para forjar esa palabra tan maravillosa: amigo. Como un hermano que la vida te ha puesto en el camino.

Esa amistad puede con la diferencia de clases, muy acuciada en la Francia de los treinta como en el resto de Europa. Es evidente y se focaliza en el pantano. Allí confluye todo. Se da además la paradoja de que el humilde Garris añora salir de las marismas en busca de sus sueños, del amor y lejos del recuerdo de la guerra. Mientras el abuelo 'ranita' quiere volver a su origen sencillo y apartarse del peso de lo material.

'La fortuna de vivir' representa ese momento de tu vida que nunca quisiste que se terminara.

Pero todo eso da igual, porque los protagonistas, como la cámara del director, se centran en los pequeños detalles que construyen esa alianza. Desde el romanticismo y la costumbre, La fortuna de vivir te retrotrae finalmente a ese momento de tu vida que solo eres capaz de valorar transcurrido un tiempo. Ese tiempo que un día quisiste que se parara, que se detuviera porque lograste la paz y la armonía que siempre anhelaste.

Hasta ese punto de placidez te conduce Becker -que posteriormente repite fórmula con Conversaciones con mi jardinero- y todo el reparto. Sin ningún altibajo, en un acierto más del cine francés. La mejor manera de empezar un mes como el de mayo. Porque como dicen Riton y Garris: No hay otro mes como el de mayo

Ficha Técnica


Título original: Les enfants du Marais

Año: 1999

Duración: 110 min.

Género: Comedia / Drama / Amistad

País: Francia Francia

Dirección: Jean Becker

Guión: Sébastien Japrisot

Música: Pierre Bachelet

Fotografía: Jean-Marie Dreujou

Reparto: Jacques Villeret, Jacques Gamblin, André Dussollier, Michel Serrault, Isabelle Carré, Eric Cantona, Suzanne Flon, Jacques Dufilho, Gisèle Casadesus, Elisabeth Commelin

Premios: 1999: Sitges: Gran Premio del Público
                1999: Premios César: 5 nominaciones

Puntuación: 10/10

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