domingo, 29 de noviembre de 2020

'Antidisturbios': Cabezas de turco en un "nuevo" lienzo sobre la corrupción de Sorogoyen

A Rodrigo Sorogoyen le va la corrupción. Por si no fue suficiente con El reino, donde plasmaba la cara B de la política española, ahora se lanza con la Policía Nacional. Algunos dirán que "contra", como ya saltaron voces sindicales con el estreno de Antidisturbios, miniserie de seis capítulos en Movistar Plus.

A mi me gusta Sorogoyen. Su forma de narrar, cómo pone la cámara en el punto exacto y esos primeros planos atosigantes. Me ganó con Sotckholm, brutal; y me pareció superlativo con Que Dios nos perdone. Para mi, a día de hoy, su obra cumbre. 


Como decía, con El reino se lanzó al análisis de la corrupción política, que de un tiempo a esta parte protagoniza todos los informativos y tertulias de España, coronavirus mediante. No hay día sin un escándalo, aunque por desgracia, la malversación y prevaricación ya han dejado de escandalizarnos como sociedad, sinónimo del desastre que padecemos.

Ahora cual hermana pequeña, siguiendo esa senda, Sorogoyen se reencontraba con la Policía Nacional, dejando a un lado a los detectives de Que Dios nos perdone, por los agentes de la UIP (Unidad de Intervención Policíal), primera línea de defensa cuando la 'paz social' amenaza con reventar. Conocidos como antidisturbios, está claro que no son robots, sino personas de carne y hueso, que sienten y padecen, avocados a enfrentarse a situaciones de riesgo físico y emocional. Llevados al límite, pues es a ese acantilado al que se asoman con cada una de sus intervenciones. Y a veces, como todo policía, queda con el culo al aire por culpa de unos mandos corrompidos.


Hasta ahí, la miniserie de Movistar me convence, presentando a seis personajes de la Unidad Puma 93, fantásticamente interpretados por Raúl Arévalo (fascinante), Hovik Keuchkerian (extraordinario), Álex García (un paso más a la madurez), Roberto Álamo (palabras mayores), Raúl Prieto (descubrimiento) y Patrick Criado (en su salsa). Seis tipos que intervienen sin apoyo alguno, en un desahucio que acaba mal, con la muerte de un senegalés.

A partir de ahí, Asuntos Internos investiga si hubo proporcionalidad y se siguieron los cauces correctos en la intervención, llegando a unas conclusiones que, a priori, ponen en la picota a los seis antidisturbios. Las cuestiones que rodean al accidente, obsesionan a una de las agentes investigadoras, muy bien interpretada por Vicky Luengo (vaya descubrimiento), que empieza a tirar de la manta, hasta destapar un escándalo que llega a las más altas esferas. Y ahí ya tengo peros.


Una especie de Macguffin

Cada uno sacará sus propias conclusiones de cómo actúan los antidisturbios, pero hay que tener claro que esto es una ficción, nada asemejable a la realidad. Como digo, la UIP será para unos, poco más que bestias; para otros, personas sometidas a un gran estrés. Incluso, agentes que tienen que hacer el trabajo sucio, para que la sociedad siga adelante. La primera línea de defensa frente a la barbarie. Y a la violencia, lamentablemente, se la ataja con violencia. Después viene la ley. Hasta que no se invente otra cosa, así funciona esto. La basura hay que seguir sacándola, porque si no, huele. Y a nadie le gusta el mal olor porque perjudica su comodidad. Alguien tiene que hacer esa tarea.


Esa es una parte de la serie de Sorogoyen, el trabajo policial. El director y la coocreadora de la serie, Isabel Peña, no son meros testigos de esto. Si quiera jueces imparciales, aunque lo intenten. Tampoco es su trabajo, ser documentalistas y meros narradores de unos hechos. Que poco queda de la inocencia de series españolas como Policías o El comisario.

Convertidos en cuasi fiscales, le meten mucha subjetividad a cada plano, a cada secuencia, sobre la vida pública y privada de los agentes. Lo hacen de forma muy subliminal, pero se hace tan evidente esta carga valorativa, cuando tratan de retractarse y ser condescendientes con quienes están a punto de condenar. Una especie de desandar lo andado.


La miniserie va avanzando por esa dicotomía entre la culpabilidad y la inocencia, hasta que entra en acción la verdadera esencia de Antidisturbios: la corrupción. Como una especie de Macguffin, el viaje por el trabajo de seis cabezas de turco se acaba, y empieza la auténtica línea argumental que, como en El reino, tiene muchas trampas. Se embarra por querer llevar a la ficción, con la excusa de la UIP, la realidad de un poder político corrupto.

Así se va precipitando todo, hacia un final sin anestesia, que me deja muchas fisuras pendientes de cerrar. De esas veces que te sale un: ¿Ya está? ¿Esto es todo? Si coges el primer capítulo y el sexto, parecen pilotos de series totalmente distintitas. Aunque en seis episodios todo queda cerrado, Movistar dice que trabajará en una segunda entrega. Quién sabe si ahí habrá alguna revelación.


Ya le pasó entonces, insisto. Y para mi, no lo ha corregido. Una buena jugada, sin remate. Es decir, sube, sube y sube la tensión, la provocación, la intriga y la temperatura emocional de los personajes, a punto de estallar en esa olla a presión que son las calles, despachos y comisarías de Madrid. Pero lo que parecía la madre de todas las explosiones, que te remueve el estómago por momentos, acaban siendo fuegos artificiales, muy bien revestidos en la técnica y sostenidos por perfectas interpretaciones: el auténtico fuerte de la miniserie, pero ya está. 

Vulnerables, salvajes, humanos

Y aún así no me ha disgustado. ¿Por qué? Pues por ese reparto que digo. Bárbaros todos ellos y ella, Vicky Luengo, la revelación de Antidisturbios. Como un Tomás del Estal, que pasa de testimonial a roba planos, en uno de tantos cambios de la serie. En este caso, a favor de corriente, pues el actor se pone a la altura de sus compañeros.


A veces vulnerables, otras salvajes y siempre humanos. Son de carne y hueso. Sienten y padecen, lo bueno y lo malo. No hay frialdad en ellos, sino mucho carisma. Y eso es digno de agradecer, porque ayuda a empatizar.

Así son los personajes con los que juegan Sorogoyen y Peña. Cada uno un universo en sí mismos, con sus filias y fobias, sus particularidades. Bien es verdad que se retuercen unas y otras hasta el paroxismo, sobre todo cuando la testosterona entra en escena. Por suerte no caen en el abismo del esperpento, y para mi son lo mejor de la serie.


Así que: ¿son posibles buenos personajes con una historia floja? Pues sí, y Antidisturbios es la prueba. Merecen la pena seis angustiosos y provocadores episodios, cámara al hombro mediante. Es lo mínimo exigible a un buen trabajo, pero no es la The Wire que me habían vendido. Lo siento. 


Ficha Técnica


Título original: Antidisturbios

Año: 2020

Duración: Seis capítulos, 50 min. aprox.

País: España España

Género: Drama / Policíaco / Thriller / Intriga / Series / Miniserie

Dirección: Rodrigo Sorogoyen (Creador), Isabel Peña (Creador), Rodrigo Sorogoyen, Borja Soler

Guion: Isabel Peña, Rodrigo Sorogoyen, Eduardo Villanueva

Música: Olivier Arson

Fotografía: Álex de Pablo, Diego Cabezas

Reparto: Vicky Luengo, Raúl Arévalo, Hovik Keuchkerian, Álex García, Roberto Álamo, Raúl Prieto, Patrick Criado, Tomás del Estal, David Lorente, Mónica López, Javier Lago, Alfonso Bassave, Paco Revilla, Nacho Fresneda, Nico Romero, Iria del Río, Marta Poveda, Carlos Blanco, Chema Tena, Mona Martínez, Malcolm Sitté, Thimbo Samb, David Luque, Benjamin Lockie, Julien Paschal, Amada Santos, Pilar Serrano, Yan Tual, Blanca Apilánez

Premios: 2020: Premios Forqué: cinco nominaciones (mejor serie, actores y actriz) 

Puntuación: 7/10

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