Cada año es más difícil estar ilusionado con los estrenos que llegan en los meses estivales, en los que las infinitas sagas Marvel y algún blockbuster de calidad inferior a la media anual copan nuestras carteleras. Las salas de cine pueden ser un buen lugar en el que refugiarte de una tórrida tarde de calor, pero con los precios de las entradas y la pobre oferta que nos llega, las esperanzas menguan verano tras verano.
Sin embargo, siempre hay sorpresas. Películas que llegan sin hacer ruido, que alguien te recomienda o que simplemente te atreves a ver probando fortuna, con el objetivo de olvidarte de la inflación, recesión y demás nubarrones que nos joden nuestro día a día. Entre la vida y la muerte es un gran ejemplo.