Duda siempre de ti mismo, hasta que los datos no dejen lugar a dudas, decía el químico y microbiólogo francés, Louis Pasteur. De hecho, la humanidad, a base de dudar, ha ido avanzando hasta hoy. Sin embargo, abusar de la duda lleva al otro extremo, al de retroceder. Aunque a veces es harto complicado llegar al justo medio de Aristóteles, al menos hay que intentarlo.
En ese camino se queda, precisamente desde Francia, Anatomía de una caída, una película irregular, que desentraña la relación de una pareja de intelectuales, Sandra y Samuel, que llega a su fin tras la muerte de Samuel en extrañas circunstancias. A priori parece un suicidio, pero la autopsia del cuerpo no descarta otras posibilidades.
Entra en escena, entonces, el aparato judicial y mediático, que enfoca la lupa en Sandra, principal sospechosa. La escritora está al borde del abismo personal y familiar, pues mientras las dudas se ciernen sobre ella tiene que lidiar con su hijo ciego, Daniel. Entre medias de todo ese torrente, durante el proceso, sale a la luz la tumultuosa relación que mantenía la pareja.